my ways...

ver la vida como un lenguaje de señas a descifrar... detalles, olores y ritmos de un camino que describo para no olvidar.

viernes, 14 de octubre de 2011

Adolescente vida.

Y continúo mi paseo pensando en La Vida; así, con mayúsculas.
Quisiera definir fácilmente la diferencia entre el existencialismo y la ontología para no perderme, pero después de meditarlo un rato, no me importa parecer adolescente en mis reflexiones.
La adolescencia es la etapa de cambios. Cambios en el cuerpo que aceleran la construcción de la personalidad. Que ambos, a su vez, abren la puerta a las interrogantes del Ser, Yo (y el otro) en el mundo, en esta vida. (¿Por qué aquí y no allá, por qué ésta vida y no otra?)
Y entramos en duelo.
Tantos cambios que no entendemos, tantas dudas no resueltas nos acosan y nos pesan.
"La duda: origen de toda noción" ¿Desde hace cuánto hemos tenido nuestro duelo paralizado imposibilitados en generar nuevas nociones?.
Sólo tengo veinte años, y ya sentía vivir en una ciudad con una realidad momificada. Que no aceptaba cambios, donde la duda no cabía. Pero estos días he visto venir un cambio esperanzador.

Los cuerpos caídos vuelven a la tierra como semillas que nutren una nueva vida. Eso somos, somos cuerpos que se componen y descomponen para seguir generando. Pero el humano se ha atrevido a más, a despertar en consciencia sobre sí, y dejar de ser sólo cuerpo para empezar esta nueva dualidad: cuerpo y alma.
Vida y consciencia sobre la vida misma.
La adolescencia como una construcción perpetua de quiénes somos, en dónde estamos, ¿hacia dónde vamos? Quizás. Quizá ni siquiera hiciera falta hablar desde la idea, sino desde lo asible.
¿Nos gusta quiénes somos?, ¿Sobre qué cosas no nos hemos atrevido a dudar?, ¿Podríamos tener algo distinto? "Las cosas son así" ya no basta como respuesta, tampoco como actitud.
Y entonces soltándonos el cabello nos mudamos, o nos quedamos. Usamos la bici o caminamos. Salimos a la plaza, nos convertimos en ciudadanos. Decidimos si votamos, si compramos, si amamos, o si no, y a quién.
Nuestra libertad está al alcance de reconocer nuestras limitaciones, y cambiarlas.

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